de mis manos, todo alimento.
Quita, si conmigo te ensañas,
el lenguaje y el pensamiento.
Quita, de esta ingenua cabeza,
la poca cordura que conservo.
Quita, si supones necesario,
de mis bolsillos, el sustento.
Pero no me quites tu presencia,
y si por un instante te ausentas,
deja, en mi mente, el recuerdo
de tus pupilas colgadas en las mías,
instancia previa a la venida de un beso.
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