Recuerdo aquella tarde cálida,
que remontaste un barrilete,
con la fascinación de un niño,
al verlo remontarse alto
y sostenerse firme en el cielo.
Sin avisarnos, en poco tiempo,
te elevaste con mucha fuerza,
surcaste el aire y llegaste a Dios.
El hilo que te sujetaba se cortó
y quedaste prendida en una nube.
Quedó en nuestras manos tu hilo
de amor, sacrificio y entrega.
No hubo forma de trepar tan alto
para bajarte y traerte a casa.
Como sospechar que, esa tarde,
remontando barrilete con los niños,
entre tantas risas y voces inquietas,
Dios estaba enseñándote a volar…
No hay comentarios.:
Publicar un comentario